Campo de la Practica
sábado, 18 de agosto de 2012
Confiar en el alumno
LA CONFIANZA
EN LAS RELACIONES PEDAGOGICAS
Laurence Cornu
“Nous n´appartenons à personne sinon au point d´or de
cette lampe inconnue de nous, inaccesible à nous qui tient éveillés le courage
et le silence”
René Char
En primer lugar desearía agradecer a los
organizadores: Graciela, Marga y Daniel por su invitación y también a la
Embajada de Francia.
Desearía también felicitarlos por la
iniciativa de este Seminario, por la calidad de sus expositores y de sus
participantes.
En el Seminario se ha puesto de manifiesto tanto la
confianza entre ustedes, la confianza en el pensamiento y la comunicación de
las ideas, como la confianza en la posibilidad de la acción.
Algunos de los temas que yo voy a abordar en mi
presentación ya han sido mencionados, casi todo fue dicho.
En el marco de una clase, cuál es el
lugar, la razón de ser, cuáles son las modalidades y las consecuencias de la
confianza. Las preguntas y los temas que se abren son muy vastas.
La cuestión central podría decirse así: ¿por qué la
confianza?, ¿porqué el hecho de tener confianza es indispensable, incluso vital
en este espacio y en este tiempo: el de la clase?
Voy a proponer en primer lugar una definición con una
perspectiva, y a continuación algunos
puntos para reflexionar.
La confianza es una hipótesis sobre la conducta futura
del otro. (Esta es una expresión de Gorerg Simmel a la que voy a volver a
referirme luego)[1]
Es una actitud que concierne el futuro, en la medida en que este futuro depende
de la acción de un otro. Es una especie de apuesta que consiste en no
inquietarse del no-control del otro y del tiempo.
En el interior de la escuela, en el interior de la
clase e incluso en el interior mismo de la relación pedagógica, la confianza me
parece constitutiva de esta relación.
La confianza no caracteriza solamente la manera a
través de la cual el alumno se remite, se vincula al adulto, sino también a
aquella en la que el adulto se dirige al niño. Se trata de considerar y
comprender este doble aspecto de la confianza. Esto que está en el interior de
la escuela, en el interior de la relación
adquiere sentido en una perspectiva emancipadora ligada a la finalidad
de la educación en la democracia.
La confianza se presenta habitualmente como una
categoría ética, que se puede estudiar en relación con la promesa, la fidelidad
o la amistad. Pero es en una perspectiva política, democrática, que la
confianza adquiere su importancia. La democracia consiste en “hacer confianza”,
que tiene un sentido que “tener confianza no da” a los ciudadanos para que
puedan ser jueces y actores de las decisiones
que les conciernen. En una educación que apunta a hacer ciudadanos debe
estar particularmente atenta a la importancia de esta cuestión de la confianza
en la educación.
Quisiera abordar brevemente dos objeciones que pueden
hacerse a la teoría de la confianza.
Cuando uno afirma que la confianza es decisiva se choca
con una objeción simple o realista: la de la desconfianza. Que tiene una fuerza
temible, se propaga muy rápidamente y siempre se tiene razón cuando se dice que
la desconfianza es fuerte. Esto se verifica particularmente en dos dominios: la
política y la educación.
Sostener que lo primero es la desconfianza es sostener,
por ejemplo que el hombre es un lobo para el hombre, que la violencia es originaria
y la conclusión política que se deduce de esto es la necesidad de un Estado
fuerte, de un orden que se justifica, según se cree, por un adosamiento de la
violencia a la naturaleza del hombre Si la naturaleza humana es violenta,
entonces la educación por su parte es pensada como una disciplina en el sentido que debe disciplinarse al niño porque no se puede tener confianza en su
naturaleza que es salvaje y algo de lo que hay que cuidarse.
Es contra esta doble afirmación que Rousseau escribió el “Contrato Social” y “Emile”: por
un lado para justificar un Estado que apuntaba más a la libertad que la única
seguridad, contra el “Leviatan” de Hobbes, y para decir por otro lado lo que la
educación podría ser si uno confiara en la hipótesis de la bondad natural del
hombre.
Claudia Hilb mostró la dificultad de la herencia del
iluminismo, Rousseau incluso el mismo había dicho es necesario elegir: o
hacemos un hombre, o hacemos un ciudadano. Una educación “natural” parece
imposible tal como está la sociedad.
Por otra parte la teoría de la bondad natural del
hombre podría parecer sospechosa, ingenua.
Estas son un conjunto de objeciones por una parte.
Si se considera la confianza desde otra perspectiva,
ella presenta otras debilidades: su ingenuidad, su falta de método (Uno podría
decir que el método científico está hecho de desconfianza. La racionalidad debe
estar construida de desconfianzas y es verdad uno piensa que contra lo que se
lucha es contra la credulidad).
Por otra parte la confianza es ilógica, se encuentra
posicionada en un circulo vicioso: uno es “confiante” porque uno tiene
confianza. No tiene razón la confianza. Ella puede ser absoluta, imprudente y
muy curiosamente las pruebas de la confianza vienen después. Si uno busca las
pruebas para tener confianza es justamente porque no se tiene. El hecho de que
uno tenga razón de tener confianza viene siempre luego.
Para ir mas allá de las objeciones que acabo de
puntuar, quisiera tomar varios puntos: primero demostrar que la confianza tiene
un poder distinto que el de la desconfianza, uno sabe que la desconfianza tiene
efectos poderosos y lo que se trata de demostrar que la confianza también los
tiene.
La confianza es, en primer lugar, cotidiana, no podríamos sobrevivir si no tuviéramos permanentemente
confianza, aunque más no sea en aquellos que nos rodean. La familiaridad no
alcanza para definir la confianza, la confianza que nos interesa aquí es
aquella que hace acto, que está presente, que se constata, no solamente la
costumbre (uno sabe como van a responder los próximos) sino el hecho de tomar
un riesgo cuando hay algo que se presenta como desconocido, en particular
“alguien”. Es estudiando esto que Simmel, ha mostrado que la confianza se
producía, sobre todo en las sociedades modernas, cuando hay algo del orden desconocido en el futuro,
es decir cuando no estamos en la continuación de un pasado tradicional. Cuando
una sociedad se da a sí misma un futuro, cuando los miembros de esa sociedad se
ven obligados a entrar en relación con
otros miembros mas alejados, es absolutamente imprescindible recurrir a la
confianza Porque no se puede conocer enteramente a aquellos o aquello con lo
que uno tendrá que vérselas.
Para Simmel la confianza establece un modo de
sociabilidad, ella establece una suerte de distancia en relación a otro, que no
es demasiado grande y, (alejándose del texto de Simmel) uno puede pensar en los
efectos de desconfianza que crea la tele–visión
(separado tele – visión, tema que no voy a desarrollar acá), pero esto
viene a transformar las formas de sociabilidad, Simmel dice que la confianza se objetiva, es decir
que esta sociabilidad va a crear estructuras de relación, que sin
individualizar a los sujetos va a limitar los riesgos de la decepción, sea por efectos
de competencia, sea por los efectos de las respuestas que retornan, y podríamos
tomar un ejemplo, para dar una idea: lo que pasa entre una acreedor y un
caballero que paga con cheque. En Francia se dice: solo se presta a los ricos.
Simmel va decir uno reconoce a un caballero porque el paga con cheque. Esto es
curioso, es porque se presta a la gente que estos se vuelven ricos, Simmel va a
decir que es porque el caballero se tiene confianza a sí mismo y de este modo
inspira confianza. Pero cuando el que da crédito le da confianza y lo coloca en
una situación de “deuda de honor”, y el
gentelman está obligado a cumplir con la deuda. Al mismo tiempo, el
funcionamiento bancario establece muchas garantías para no ir a la quiebra.
Este tipo de confianza que Jorge Dotti criticaba ayer,
cuando se reduce la confianza a lo previsible, muy ligado al cálculo de
probabilidades, esto quiere decir que la confianza aquí ya no es ética, ella
construye, en cambio, un tipo de sociedad en la cual la confianza tiene un
lugar importante. Por otra parte la
confianza se diversifica. Es decir que uno tiene confianza en alguien por
alguna cosa, un punto, un aspecto, pero no para todo ni de cualquier manera.
Yo quisiera puntuar otra cosa aquí, este tipo de
confianza limitada, puede vincularse e lo que se llama el “expertese”, uno
tiene confianza en el experto que tiene el certificado que corresponde, la
reputación, la experiencia necesaria. Es decir nos rodeamos de garantías antes.
Todo esto es importante pero podemos ver que en el
registro de la educación y en el registro social muy a menudo ocurre que un
niño o enfermo pasa de experto en experto sin encontrarse nunca con una palabra
de confianza.
La confianza en nuestra sociedad ha tomado formas
importantes en las cuales ya ni siquiera pensamos, pero al mismo tiempo podemos
decir que se ha perdido la confianza ética. (Voy a volver a esto más tarde).
Sin embargo lo que es interesante constatando y viendo
todo esto, es ver cómo funciona la confianza. La confianza funciona de una
manera circular. Simmel se preguntaba si era una falta de lógica y él concluye
que no; dice que en el marco de las relaciones humanas es necesario tener en
cuenta que el ser humano responde de una forma circular, no tiene una
causalidad lineal y va a actuar muy a menudo según aquello que cree que el otro
piensa.
Sobre esta constatación, como ustedes saben, ha
trabajado la escuela de Palo Alto y en
particular Watzlawick, y podemos ahora comprender por qué tanto la
desconfianza como la confianza son tan poderosas. Porque cada una de ellas
moviliza, vehiculiza, una idea del otro que se pone en juego. No es porque el
otro es bueno o malo, es porque uno cree que es bueno o malo, que va a
transformarse en bueno o malo y esto es decisivo en los fenómenos que
conocemos. Watzlawick había remarcado el libro Pigmaleón en el cual se muestra
claramente que la idea que uno se hace de un alumno es decisiva para su
progreso; esto vuelve a la responsabilidad del educador todavía mucho más
impresionante.
Rápidamente
quisiera ahora mostrar que tanto la desconfianza como la confianza son
modalidades de una relación. Quisiera hacer algunas afirmaciones que
eventualmente podría desarrollar después, para llegar a un punto que me importa
más presentar aquí.
Estas
son las afirmaciones: Confianza o desconfianza no pertenecen a los individuos,
a sus cualidades o defectos, sino que se producen entre individuos. Recuerdo lo que Nestor Abramovich decía hoy a la
mañana sobre la individuación. La individuación o individualización son hechos
que resultan de las formas de relación entre individuos y quizás la
individuación está vinculada a una relación de confianza. Así como cuando se
etiqueta a alguien, como creo que Gladys Kochen decía hace un rato, uno puede
comprender que esto tiene un efecto terrible, porque la verdad de esas profecías
no se vincula a una realidad psicológica preexistente sino que se construye en
el efecto de la palabra que ha sido dirigida al otro.
En
todos los casos se puede decir que una marca de confianza - desconfianza tiene
un efecto reforzador. Para volver a la confianza, ella misma va a reforzarse y
es ella la que va a poder abrir algo del orden de una historia. Pienso también
en lo que Margarita Poggi nos dijo acerca del tiempo, la confianza tiene el
tiempo y ella acomoda el tiempo de una historia por una razón: la confianza es
una manera de hacer con los temas y las cuestiones de poder.
Quisiera
desarrollar un poquito este punto. Yo creo que es de la condición infantil
inicial que deriva la posibilidad de la confianza en general. El recién nacido
no tiene opción, no puede elegir. La confianza es una experiencia inicial y
determinante para el ser hablante y deseante, por la simple y sencilla razón de
que no puede elegir. Por su situación que lo deja librado al cuidado del otro,
por sus impericias primeras que lo dejan librado al cuidado del otro, el niño
no tiene otra posibilidad de sobrevivir si no es teniendo confianza en el otro
y no tiene otra vía para humanizarse. El ser humano nace en una incertidumbre
que lo vuelve necesariamente “relativo”
a las palabras que lo reciben y a las relaciones que preparan el futuro de sus
relaciones. Al niño no le queda otra posibilidad que tener confianza en ese
adulto, es decir, no tiene otra alternativa sólo dejarse llevar por esto; por
esta razón no puede sino creer en el adulto, que se trate de su propia historia
o de la historia de los otros. Brickenstange
decía que el niño aprende creyendo
en el adulto. Hay una relación entonces que es decisiva pero totalmente
asimétrica. El niño, teniendo esta confianza, queda totalmente librado como al
poder del otro pero, en contraparte, el deber del alumno es de no reducirlo a
esta impotencia de estar librado al poder del otro. Se trata entonces de
responder a la confianza del niño dando confianza al niño.
El
no poder del niño es la causa o la razón de su confianza pero la ofrenda que el
adulto hace confiando en el niño es lo que le permite creer en sus capacidades.
Uno
puede hacer una diferencia entre una confianza dada y una confianza dirigida.
La confianza del niño es originalmente absoluta, está dirigida a alguien más
fuerte que él y el futuro de este sentimiento va a depender del uso que el otro
va a hacer de ese poder que tiene sobre el niño.
No
abusar de este poder; ir renunciando progresivamente a ese poder sobre el niño,
haciéndolo en el buen momento, con tacto, con cuidado; es exactamente en esto
en lo que consiste el acto de dar o tener confianza en el niño.
En
estas ocasiones, la confianza volviendo, se hace del que tiene más poder hacia
aquel que es más débil. Ella abre un campo de acción a aquel que es menos
fuerte, al más débil, tiene por efecto y por objeto irle dando el poder propio.
En su comienzo, este poder que se va dando, es un poder limitado. Esta
confianza que vuelve está en principio relacionada a situaciones progresivas,
incluso si ya no consiste a esperar eternamente que el niño vaya construyendo
sus pruebas sino en darle en un tiempo definido la ocasión de hacer sus pruebas
y de mostrarlas.
Muchas
veces hemos recurrido a Ana Arendt y a la situación asimétrica que se produce
entre el adulto y el niño, y yo querría recordar que esta situación tiene
justamente por objeto y por efecto reducir esta asimetría. A partir de aquí
podríamos recordar que la etimología de la palabra autoridad es a la vez: garantizar y hacer crecer, es decir, aumentar. La autoridad es aquello que
permite, a aquellos que son menores, crecer, volverse mayores.
La
impotencia inicial del niño llama a la renuncia en el adulto del ejercicio de
la omnipotencia, de un todo poder. La educación como transferencia del poder
sobre el mundo en el marco de un espacio de no abuso de poder sobre el otro
viene a dar cuenta de un intercambio muy particular: a aquel del “no poder”,
que de hecho caracteriza al niño, contra el rechazo por parte del adulto a la
idea de abusar del poder. En un tiempo particular que se va dando progresivamente el tiempo de
reforzar el poder del niño.
Uno
podría preguntarse ¿qué “gana” el adulto renunciando a su poder? Uno sabe de la
tentación de la omnipotencia en la educación y en la formación. Pero podríamos
decir que la confianza que se deposita en el niño representa para los dos (el
niño y el adulto) una liberación común. Algo que va a ir liberando al adulto
progresivamente de la preocupación que representa para él el cuidado del niño.
Uno podría decir que la confianza es algo así como una ofrenda de libertad
porque es una renuncia liberadora a un poder absoluto.
Hay
algunas dificultades o arrecifes. Va a haber tres obstáculos.
El
primero es la posibilidad de una especie de chantaje: “Yo voy a ver si puedo
tenerte confianza”; esto no funciona. La confianza no es algo que depende de
una voluntad racional. Es la misma paradoja que los sistémicos dirían: “sé
espontáneo”.
La
afirmación explícita “te tengo confianza”, puede ser desmentida por el
sentimiento, consciente o no, de que el sentimiento no es efectivo. No se puede
forzar, no forzarse a sentir confianza. Las palabras de confianza no tienen
modelo ni fórmula. Nuestra hipótesis es que esto es inmediatamente percibido;
hay por lo tanto una evidencia de la confianza que no puede ser explícita, ni
voluntaria, no masiva.
La
racionalidad instrumental, consciente y planificada, no puede aplicarse aquí.
La confianza es del orden de aquello que no se puede imponerse ni exigirse.
En
otros trabajos he desarrollado la idea que el juicio pedagógico tiene tres
aspectos o tres formas y quisiera decir que la confianza podría estar presente
en estos tres aspectos que voy a tratar de resumir.
Se
trata en primer lugar de juzgar sobre las palabras justas que uno dirige,
digamos que esto podría ser el tesoro común de la cultura. Que se trata de
transmitir, y aquí es necesario encontrar las palabras justas de un narrador.
En
este caso cada uno está remitido a las palabras que uno como estudiante ha
recibido a lo largo de sus estudios. En la formación de los educadores es muy
difícil exigir a alguien que tenga confianza, de la misma forma es algo
absolutamente ridículo exigir que los alumnos nos tengan confianza
De
este modo creo que uno esta remitido a aquello del tesoro común de la cultura a
aquello que está presente de ese tesoro,
vivo, en cada uno de nosotros, para nosotros mismos. Es esto lo que puede
darnos confianza frente de los alumnos, este reconocimiento de aquello que está
vivo en nosotros del tesoro común.
El
segundo aspecto del juicio pedagógico, es aquel
que va a juzgar lo justo en el marco de la justicia de la clase. Esto
nos recuerda el lugar de la ley como en muchas ocasiones ha sido traído aquí
hoy, y se trata entonces de juzgar en todos los momentos de la clase aquello que puede ser justo o injusto. Es por
esto que Hannah Arendt decía que es necesario proteger a los niños de la
tiranía de la mayoría. Se trata de sentirse en confianza con y en esta ley, y
esto es una dimensión educativa de la ley muy importante, con relación a las
cuestiones de la violencia, como lo hemos escuchado hoy a la mañana.
Hay
una tercera dimensión del juicio pedagógico que seria algo así como “hacer o
tener confianza en los niños”, de ser capaces de algo así como un sentido de
hospitalidad, por el hecho de que ellos son como Hannah Arendt lo dice “los
recién llegados”. Esta confianza de algún modo vuelve a la primera forma de la
habíamos hablado en el sentido de que algo que es verdadero reclama que uno
deposite confianza en la verdad y en los chicos. Los niños van a reconocer
esto.
Para
concluir yo creo que hay hacia los niños, los recién llegados, un deber de
verdad, es el primer juicio; un deber de
institución, es el segundo juicio; y un deber de hospitalidad. Por que ellos
nos han dado ya toda la confianza de que eran capaces.
Creo
que la dificultad para los profesores es no utilizar aquello que es desconocido
para los niños para protegerse del hecho que los niños son para él
desconocidos.
Sostener
la confianza de los niños dando confianza es dar a los recién llegados la
posibilidad de que cumplan en su tiempo la posibilidad o su posibilidad de la
novedad, el tesoro que nos es común reside seguramente en la libertad y en la
cultura que nos aumenta y que nos hacen crecer, nos amplían, pero también en
otra cosa: sostener esta confianza no es posible (recurro a un verso de un
poeta) que el punto de oro de una
lámpara desconocida que esta en nosotros, es decir la huella viva de aquellos
que nos han precedido, recibido, escuchado y solicitado y que un día nos han
dado al mismo tiempo que su confianza la ocasión de comenzar nuestra historia.
Muchas
gracias.
Gracias a
Uds., que me han tenido confianza.
FRIGERIO, Graciela
(comp.): Construyendo un saber sobre el
interior de la escuela. Edición Novedades Educativas – Centro de estudios multidisciplinarios.
Buenos Aires. 1999. Buenos Aires, Argentina.
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